jueves, 5 de agosto de 2010

MIRANDOME EN EL ESPEJO DEL AMOR

Mi espejo de hombre se ha roto. Era un espejo heredado, era ya muy viejo, tenía zonas descascarilladas y otras negras donde ya no hacía reflejo. Los anteriores dueños no habían puesto demasiada atención y cuidado y por eso estaba tan deteriorado, así que cuando me miraba en él me costaba ver mi reflejo. El otro es de Mujer, también se ha roto, también era heredado, era tan pequeño que sólo reflejaba los ojos, por lo que no era un espejo donde uno pudiera mirarse completamente.

Cuando vine al mundo, vine con la intención clara de verme hermosa y grande, por eso elegí a dos personas con un espejo grande cada una, me dije a mí misma que de esa forma nada podría fallar y yo cumpliría ese sueño que llevaba en el bolsillo.

No pasó demasiado tiempo desde que decidí venir hasta que llegué, y eso me hacía estar confiada de que todo estaría bien cuidado para mi llegada.
Cuando puse el pie en el mundo y me reflejé por primera vez en el espejo de mujer, vi un par de ojos que me miraban enamorados, eso me llenó de felicidad, pues todo parecía estar en su sitio, pero al rato me fijé que era lo único que podía ver, me extrañó pues cuando lo vi arriba era muy grande. Me hice a la idea de que tendría que buscar una forma de hacer crecer el espejo, entre tanto tendría que mirarme a trozos. Al poco me pusieron ante el espejo de hombre, me entristeció ver lo estropeado que estaba, pensé que por lo menos no había encogido tanto como el de mujer. Tenía zonas donde apenas podía verme así que tenía que adoptar extrañas posturas para poder verme al completo, no me gustó tener que mirarme en aquellas posturas, pues me hacían parecer vulgar. Me dije que tenía que arreglarlos de alguna forma pero no tenía ni las herramientas adecuadas ni los conocimientos para hacerlo, así que durante mucho tiempo esperé pacientemente a conseguir todo lo que hacía falta para ponerlos bonitos de nuevo.

Entretanto iba de un espejo a otro, en el de mujer sólo veía pequeñas partes de mi y no había forma de saber cómo estaba el conjunto y seguía sin saber cómo hacerlo más grande. En el de hombre me reflejaba cada vez menos, era cada vez más difícil agacharme en esas posturas sin quedarme dolorida, así que lo fui dejando apartado. Hasta que no estuviera arreglado no podría mirarme en él.
Busqué y busqué herramientas, le preguntaba a todo el mundo que supiera de espejos si sabía cómo arreglar los míos, pero es que cada espejo es tan único y especial, que nadie acertaba con la fórmula que pudiera ayudarme.
Solía salir a la calle y mirarme en los espejos de los demás, algunos me devolvían buenos reflejos y otros no tan buenos. Pasaba el tiempo y empecé a desesperarme, quería unos espejos decentes y nada de lo que hacía surtía efecto positivo, cada vez estaban más estropeados, pues en el pequeño no veía nada, y en el otro ni te cuento, me intentaba reflejar estirada y con mi porte natural y me devolvía la imagen de un monstruo deforme.
Un día, ya harta, intenté quitarle las manchas a golpe de martillo, pero me dio miedo que se rompiera así que lo dejé.
Alguna vez pensé en desistir, mi sueño parecía imposible con los espejos que me habían regalado. Más por amor a mi persona, no lo hice, no desistí, aún recordaba el motivo por el que había venido al mundo, aún recordaba cómo eran esos espejos y lo bien que me podía ver en ellos. Seguí buscando.

Cierto día, consulté a un sabio desconocido al que fui a ver sí sabía por qué sucedía esto, el simplemente me permitió reflejarme en su espejo. Lloré de emoción al verme pues era exactamente como yo soñaba. Me dijo que eso era porque él podía verme con amor, siempre que nos miran con amor nos reflejan como somos. También me dijo que era posible para mí tener espejos nuevos que me reflejaran en todo mi esplendor. Le pedí que me enseñara, que lo que más deseaba era verme como yo era realmente, como yo recordaba. Para recargar dos nuevos espejos hacía falta que otros espejos se reflejaran en los míos con amor para quedarse eternamente cargados. Mi trabajo consistía en poner la placa totalmente vacía de cualquier distorsión y buscar esos otros espejos que quisieran reflejarme con su amor.

Para eliminar la distorsión debía deshacerme de los espejos estropeados, pero me daba miedo quedarme sin ninguno, sola y desvalida. Debía también buscar otros espejos donde mirarme hasta tener los míos y no sabía si encontraría quien me dejara mirarme.

No me sentía cómoda mirándome en otros espejos, no podía estar mirándome continuamente y, al quedarme sola conmigo misma, se instalaba en mi una sensación de tristeza profunda. Durante mucho tiempo me miré en los espejos ajenos que me mostraban una buena imagen, pero también, a solas conmigo misma, no me contenía y me volvía a mirar en mis espejos con la esperanza de que se hubieran arreglado solos, al poco los volvía a dejar de nuevo, muy triste al ver que no estaban arreglados. Como es natural esto no podía funcionar, pues los dueños de los espejos prestados se cansaban de poner sus espejos para que yo me mirara, ya que no conseguía reflejarme en ellos.

Harta ya de esta situación decidí hacerme mi propio espejo, adonde quiera que fuera buscaba trocitos y luego los iba juntando. Conseguí hacerme con uno bastante aceptable, pero tenía un problema, que no siempre reflejaba bien, según el día, te podía mostrar exuberante o mediocre, pensé que sería por efecto de la luz, así que siempre trataba de mirarme cuando la luz era apropiada. Entre tanto los otros permanecían guardados en un armario porque me daba miedo tirarlos y quedarme sola sin reflejos.

Efectivamente, no funcionaba, yo seguía añorando mis fantásticos espejos, los verdaderos, los auténticos, los que me habían regalado con amor, los que me correspondían por derecho propio. El sabio desconocido me dijo cierto día que el disponía de herramientas para arreglar mis espejos, pero sólo podía hacerlo si ellos querían arreglarse, si querían había esperanza, si no querían tendría que renunciar a ellos para siempre.

Me costó mucho tiempo ponerme ante mis espejos y preguntarles si querían arreglarse, dijeron No. La palabra al ser pronunciada los rompió. Ya no podía mirarme en ellos de ninguna forma. Me sentí vacía y sola, vulnerable y en peligro. Si no tenía espejos desaparecería. Me fui rápidamente en busca del sabio desconocido y qué sorpresa me llevé cuando al llegar a su casa vi que un enorme espejo nuevo esperaba a ser abierto por mí. Me dijo que era posible hacer espejos desde la nada, que no muchas personas sabían y que lo único que ocurría con ellos es que los teníamos que poner a cargarse de amor. Cargar de Amor un espejo no es una cosa que uno pueda hacer solo, se necesitan muchos espejos amorosos ya cargados que lo regalen y el dueño del nuevo espejo tiene que estar limpio para recibirlo. Y aquí es donde empieza mi aventura.

¿Sabes qué es lo mejor? Que quien refleja su espejo de amor en otro espejo, recibe a cambio su propio reflejo de Amor. ¿Ves que bonito? el amor se multiplica.

Algún día mi espejo estará tan lleno de amor que podrá reflejar a todos los seres vivos de la tierra y al universo entero.

Gracias por recargar mi espejo con tu reflejo de amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario